Las vacunas inactivadas son parte de las herramientas fundamentales en un programa de vacunación avícola. Cumplen la función de proteger a la gallina al generar una respuesta inmune de tipo Humoral y, en casos de reproductores, también a su progenie mediante la transición de anticuerpos: inmunidad pasiva. Se trata de compuestos que están formados por dos componentes principales, una fase antigénica (el microrganismo inactivado) y un adyuvante. Dicha emulsión debe mantenerse estable y no alterarse en ningún momento para que la vacuna pueda generar la protección deseada: inmunización contra la enfermedad que se requiere prevenir.
Son muchos los factores que pueden condicionar el mal desempeño de una vacuna inactivada. En general, por manejos incorrectos: cadena de frío, malas técnicas de aplicación, estados de las aves, entre otros, pero uno de los puntos críticos más importantes es el correcto atemperado de la vacuna para que pueda generar la protección correcta.
Atemperado de la vacuna
La fluidez de la vacuna es un principio fundamental a la hora de aplicarla. Por este motivo, es muy importante retirar de la heladera los frascos de vacuna que se vayan a utilizar al día siguiente, manteniéndolos durante 6 a 12 horas a temperatura ambiente (21 °C). Este atemperado paulatino hace que la vacuna pase de su temperatura de conservación (heladera a 2-8 grados) a una temperatura ambiente antes de pasar al baño térmico. El siguiente paso es colocar los frascos en el baño térmico para llevar la solución a temperatura de aplicación adecuada. Es muy importante cumplir con este procedimiento para evitar cambios bruscos de temperatura en la vacuna, ya que esto alterará la calidad de la misma. La temperatura del agua del baño térmico debe ser de 35 grados y los frascos se deben sumergir por 35 a 45 minutos hasta alcanzar la temperatura deseada en la solución vacunal, la cual será de 32 a 33 grados.
La aplicación de vacunas a una temperatura muy baja sin un apropiado proceso de atemperado, provoca graves reacciones post vacunales locales o sistémicas causando, en algunas ocasiones, la muerte del ave. Tampoco se debe aplicar a una temperatura mayor a la recomendada porque se altera la calidad de la emulsión y también pueden provocar reacciones severas por algunos de sus componentes. Todo animal que reciba una vacuna y presente una reacción exacerbada no tendrá una respuesta inmunológica adecuada.