La enfermedad de Newcastle es sin dudas una de las afecciones que más perjudican económicamente a la industria avícola a nivel mundial, no solo por la mortalidad y el deterioro en el desempeño productivo de las aves afectadas, sino también por las limitaciones que provoca en el comercio internacional de los productos avícolas de los países donde la enfermedad es endémica.
A pesar de conocerse hace más de 85 años y de tener como agente etiológico un virus de un solo serotipo (Paramixovirus aviar: APMV-1), y de contar con varios tipos de vacunas, la enfermedad ha desafiado continuamente a técnicos y productores de todo el mundo.
El Dr. Stephen Hitchner y el Dr. Fred Beaudette.
Vacunas con Cepas Mesogénicas
Desde los primeros brotes de la enfermedad reportados en Newcastle (Inglaterra) y en la isla de Java (Indonesia) en 1926, se realizaron una enorme cantidad de investigaciones sobre la prevención y el control de la enfermedad mediante la vacunación. Los primeros ensayos consistían en una inyección de material viral inactivado, pero los problemas en la producción y en la estandarización del producto desalentaron su uso a en forma industrial. Entonces, se intentó la atenuación de cepas virulentas en diferentes partes del mundo.
En Inglaterra, durante los años 30, Iyer y Dobson realizaron pasajes sucesivos del aislado Herts 33 en huevos embrionados, obteniendo un virus de baja virulencia llamado cepa Hertfordshire (H), que podría ser utilizada como un antígeno razonablemente seguro para la inmunización masiva de las aves. Más tarde, Iyer presentó el asilamiento Ranikhet proveniente de la India con el mismo proceso de atenuación y desarrolló la cepa mesogénica Mukteswar.
En Palestina, otra cepa mesogénica similar fue desarrollada por Komarov después de una serie de pasajes intracerebrales de un aislamiento de patos. En los Estados Unidos, Beaudette luego de examinar 105 aislamientos, selecciona una cepa conocida como Roakin que se considera adecuada como antígeno vacunal. En 1948, la cepa Roakin se introdujo comercialmente en ese país para la administración en la membrana del ala en aves mayores de 4 semanas.
Aunque estas vacunas indujeron una muy buena protección contra el desafío de campo, su problema era que, si bien poseían cierto nivel de atenuación, todavía eran capaces de causar la enfermedad y alta mortalidad en aves susceptibles.
Vacunas con Cepas Lentogénicas
En Estados Unidos, durante los años 40, la búsqueda de una vacuna viva contra la enfermedad de Newcastle fue una de las prioridades de algunos institutos de investigación. En 1947, en el Instituto Politécnico de Virginia, el doctor Stephen Hitchner trabajando con cepas de virus remitidas por el patólogo avícola Fred Beaudette de la Estación Experimental Agrícola de New Jersey, desarrolló la cepa B1 que fue autorizada para la producción comercial de vacunas en 1950.
Debido a la fuerte demanda de vacunas menos agresivas, Beaudette revisó las 105 cepas que había aislado para tratar de identificar alguna con posibilidades de ser de baja virulencia. Finalmente, seleccionó tres de ellas y, después de varios meses de ensayos adicionales realizados en los Laboratorios Avícolas Vineland, fue seleccionada una cepa aislada en la granja de Adán LaSota que fue identificada con su nombre (LaSota).
Mientras tanto en Europa, en 1952, Asplin informó los resultados de un estudio sobre una cepa de virus de Newcastle que había sido aislada unos años antes de un brote de una enfermedad respiratoria leve en pollos jóvenes en Inglaterra. Este virus era similar a la cepa B1 en la virulencia y la inmunogenicidad y se designó cepa F.
Si bien estas vacunas se comenzaron a utilizar en la industria avícola en todo el mundo, el nivel de las reacciones post-vacunales se convirtió en un problema muy importante en los sistemas intensivos de producción avícola. Uno de los intentos para producir vacunas con menor nivel de reacciones luego de su aplicación, fue a través de la selección de una sub-población de una cepa determinada para luego multiplicarla. Esta cepa vacunal debería provocar menos reacciones conservando la inmunogenicidad del aislamiento original. Un ejemplo de este tipo de desarrollo es el denominado “clon 30” seleccionado de una cepa LaSota. Esta vacuna de Newcastle clonada se introdujo en el mercado en los años 80 y tuvo una muy buena aceptación por los productores.
Como consecuencia de las limitaciones de las vacunas elaboradas con cepas mesogénicas y lentogénicas, fue necesario el desarrollo de vacunas que se caractericen tanto por su elevada eficacia como por su seguridad. En el próximo número describiremos como la industria avícola pudo superar estos inconvenientes para el control de la enfermedad de Newcastle.
*Autor: Med. Vet. Lucas Sara, Ceva Salud Animal.